I
La realidad deviene visiones oníricas
Sumido en el corazón geográfico
De una nación enloquecida por el cannabis
La violencia, la familia y las
instituciones del gobierno.
Contemplo en silencio y fumando
Cómo un pájaro muerto me grita incansablemente
‘Polvo eres
y en polvo te convertirás’
Mientras las moscas danzan sobre su cadáver.
Cavé con mis manos una sepultura para callarlo
Y lo arrojé dentro junto con
una ausencia;
Un vagabundo escupió sobre la tumba
Y se alejó sin mirarme tambaleándose
Entretejiendo un discurso de vociferaciones
Envueltas en mezcal.
Un árbol
Una pipa
Las cenizas del cadáver
El viento frio
II
La melodía de mi cerebro transcurre espasmódica
Cayendo a través de sinapsis hiperaceleradas;
Incesantes descargas eléctricas sacudiendo mi cráneo
A distintas frecuencias y
velocidades.
Creo que no seré capaz de soportarlo
Y mi conciencia se irá arrastrando detrás de las notas
Alejándose cada vez más y más
Entre el
humo de las fábricas.
Un campo de flores muertas
Un reloj
Un segundo arrastrándose lento
Una aparición
III
Los mortales caemos a través del
abismo
del devenir de la existencia misma,
Con cada paso nos vamos acercando a la fosa
recorriendo el sendero de la
supereminencia de la vida.
Saltando de sueño en sueño
sumidos en las entrañas eléctricas de
la ciudad apagada
la noche obscura
el mar silencioso
un árbol seco
la luz de la luna
La obscuridad va devorando deprisa
los restos del fiambre de
concreto y acero.
Todas las luces se apagan una por una
mientras en el cielo ingrávidas esferas incandescentes
desgarran
el firmamento,
Reduciendo
a cenizas el tiempo y el espacio,
Avanzando
seguras a su final.
IIII
El violinista de mi masa encefálica
Toca una última pieza antes de la apoteosis.
Los
sonidos se vuelven poema
Y discurren a través del continuo espacio-tiempo.
La canción demencial encerrada en mi cabeza
Va comiéndose el sonido de mi
voz cada vez más tenue.
No podemos perder un solo segundo
La vida deviene tremulante y
vertiginosa
Como una serpiente amortecida
que viaja en el tiempo,
Cada segundo quemándose bajo
cada acción humana.
Un paso
Un parpadeo
Un golpe
Una caída
Un nacimiento
Una muerte
Cinco segundos son incinerados
mientras escribo este verso
Los laberintos de salida unívoca de la realidad
Transformándose en tinta y neuronas muertas
Que hablan silenciosas pero certeras.
Todas las posibilidades de la noche se agotan
Muriendo con cada tic tac del reloj
Y vamos atravesando la
obscuridad (donde se esconden los miedos)
Con los
ojos abiertos y la cabeza inquieta.
La
red de sombras entretejidas que es la vida
Se
despliega infinita debajo de las estrellas.